El agua en movimiento modela superficies mayores que las
que modelan el resto de los agentes, y arrastra casi el 90 % de los sedimentos
que llegan a los mares procedentes de los continentes. Este agente actúa bajo
diversas formas: aguas de arroyada, torrentes, ríos, mares (olas, mareas y
corrientes marinas) y aguas subterráneas.
Los ríos
Como agentes de erosión y transporte, los ríos presentan
las siguientes características:
Una elevada capacidad de erosión y transporte. Una
selección de los materiales que arrastran por su tamaño de grano, y a los que
redondean cuando el transporte es prolongado.
El perfil longitudinal de un río:
Un río ideal muestra las siguientes secciones:
Curso alto. La pendiente es elevada, el agua fluye a gran
velocidad y ejerce una fuerte acción erosiva, que lo lleva a encajarse profundamente
en el relieve dando lugar a valles en forma de «V» o a cañones, hoces o
gargantas cuando atraviesa rocas resistentes.
Curso medio-bajo. El perfil se suaviza progresivamente, por lo que
el agua pierde velocidad y comienza a depositar su carga empezando por los
materiales más gruesos hasta los más finos. El valle se hace cada vez más
amplio y de fondo plano (valle en artesa) y la menor velocidad de la corriente
hace que las aguas discurran formando meandros.
Desembocadura. Es el lugar por donde el río vierte sus aguas al
mar.
Puede adoptar dos variantes fundamentales:
Deltas. Son acumulaciones de sedimentos que avanzan mar
adentro. Son propios de ríos que arrastran gran cantidad de sedimentos y
desembocan en mares poco energéticos, incapaces de movilizarlos.
Estuarios. En este caso, el mar invade el curso bajo del río.
Es frecuente en ríos con menor aporte de sedimentos o que desembocan en mares
con fuertes corrientes, capaces de redistribuir ese material lejos de la
desembocadura.
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